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¿A qué queremos dedicar nuestra energía? Universidad, sostenibilidad social y ética del cuidado

Constantemente escuchamos hablar de transición energética, crisis de los servicios públicos, y ataques brutales y violentos – entre otros muchos mensajes con los que nos bombardean día a día. Pero, ¿qué hay detrás de todos ellos? ¿existe algún elemento o elementos que puedan darnos algo de luz para navegar en medio de esta vertiginosa deriva? ¿Podemos tratar de hacer algo para inclinar el rumbo y mitigar los efectos devastadores de la desigualdad, las injusticias y la destrucción? ¿Tiene la universidad -como institución al servicio del bien común y la construcción del conocimiento- alguna responsabilidad en todo esto?


La sostenibilidad social es algo de lo que cada vez oímos más hablar. Pero ¿a qué tipo de sostenibilidad queremos apoyar con nuestro quehacer? ¿Podemos inclinar el rumbo de nuestra docencia, investigación y transferencia para visibilizar asuntos que nos permitirían mayor justicia social y resiliencia para afrontar los desafíos que tenemos por delante? ¿Es suficiente con incluir algunas palabras que resultan más actualizadas -como pueden ser “antropoceno”, “energías verdes”, “economía circular”, “cuidado a personas dependientes”, “competencias para la sostenibilidad” entre otras-? El objetivo del artículo “Universidad y sostenibilidad social desde la ética del cuidado” es plantear y reflexionar sobre qué relatos, viejas promesas, y falsos mitos perpetúan el despilfarro, la desigualdad y la dominación; así como visibilizar prácticas concretas que se desarrollan desde la ética del cuidado en la universidad y fuera de ella.


Actualmente son muchas las instancias qué piden a la universidad su colaboración. Lo hace Naciones Unidas en la Agenga 2030. Lo hace el Consejo de Europa incorporando al nuevo marco de Educación Superior las “GreenComp“ o competencias para la sostenibilidad. Lo hace nuestro Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico a través del PAEAS (Plan de Acción de Educación ambiental para la Sostenibilidad). Tanto éstas como otras instancias y agencias apelan a la Universidad con la intención de que ponga sus herramientas científicas y de liderazgo social al servicio de la sostenibilidad. Estamos viviendo situaciones que nos llevan a la destrucción, la desigualdad, la violencia, la pérdida de biodiversidad y la lucha por los ya escasos los combustibles fósiles. Hemos de plantearnos cómo dar respuesta a la desigualdad, la emergencia climática y la crisis planetaria - que pone en riesgo la paz, la igualdad, el equilibrio de los ecosistemas y la salud humana.


La sostenibilidad social no es una cuestión exenta de controversias. Cada vez es más evidente la necesidad repensar qué modelo de progreso nos situaría en mejores condiciones para generar justicia social; y revertir los efectos devastadores de modelos económicos y políticos que no han provocado más que destrucción, violencia y exclusión. Si aplicamos los cinco momentos de la ética del cuidado a esta reflexión, encontramos varios elementos interesantes. Así, cuestionamos un modelo de progreso que se apuntala sobre falsos mitos de crecimiento ilimitado o de independencia absoluta entre personas, especies y hábitats.


Los cinco momentos éticos que nutren esta propuesta son: Atender a los sentimientos propios y ajenos de una manera respetuosa y atenta en nuestras decisiones curriculares y preguntas de investigación. Escuchar de forma receptiva y sin jerarquías patriarcales a la pluralidad de narrativas sobre para qué y cómo se puede transitar hacia la sostenibilidad social y ambiental. Responsabilizarnos de nuestras prácticas cotidianas para orientar su propósito a dar respuesta a la vulnerabilidad humana y planetaria. Programar o apoyar la materialización de acciones estructurales a favor del cuidado de la sostenibilidad de la vida y que aborden las contradicciones del sistema actual. Y democratizar de manera radical las políticas para -desde una perspectiva no mercantilista ni patriarcal- construir los mecanismos necesarios para dejar de situar el cuidado como un problema individual.


En definitiva, proponemos la ética del cuidado como elemento catalizador para inclinar el rumbo que la sostenibilidad marca. La universidad puede aportar modelos teóricos, de predicción, y de acciones para la resiliencia capaces de revertir el aislamiento social y el miedo. Desde las epistemologías y prácticas de la ética del cuidado, los problemas no se reducen a un conjunto de algoritmos, hechos o datos alejados de los lazos relacionales y situacionales donde se producen. Necesitamos reconstruir las formas de participación para la construcción de una democracia que tenga en cuenta las necesidades reales de todas las personas y de los ecosistemas que necesitamos.


Victoria Vázquez-Verdera

Juan Escámez-Sánchez

Universidad Católica de Valencia











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