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Consecuencias pedagógicas de la covid-19 en la enseñanza básica: los olvidados de la pandemia

La pandemia ha supuesto un duro golpe a multitud de alumnos que se encontraban en situación de vulnerabilidad. Además, ha modificado el perfil de la población vulnerable. Sin duda, tal y como se muestra en el artículo publicado, la pandemia y sus efectos económicos han afectado a la equidad del sistema educativo.


¿Qué consecuencias tiene la pandemia en los estudiantes con menos recursos o más vulnerables?

Existen consecuencias socioeducativas y psicológicas entre el alumnado a causa de la pandemia, que afectan en mayor medida a aquellos que pertenecen a grupos sociales vulnerables o con menos recursos. Muchos de estos alumnos permanecieron olvidados e invisibles en sus propias casas a la influencia educativa durante el confinamiento. Este tiempo supuso un obstáculo a su oportunidad de aprender, a la adquisición de conocimientos, competencias y habilidades básicas para su desempeño vital. También aumento el desapego por la escuela y la educación. Todo esto puede desencadenar en el aumento de la transmisión intergeneracional de la pobreza. La UNESCO afirma que estas consecuencias serán perdurables en términos de acceso, calidad, equidad y gestión de los sistemas educativos y el Banco Mundial avisa de la aparición de nuevos perfiles de pobreza.


¿Cuáles son las razones del aumento de la inequidad en el sistema educativo a causa de la COVID-19?

Tres son las razones de esta inequidad: brecha de aprendizaje, brecha digital y brecha escolar.


La brecha de aprendizaje ya existía antes de la COVID-19. La pandemia lo ha visibilizado, además de afectar a colectivos nuevos y de convertirse en una amenaza real para otros colectivos. El confinamiento provocó que muchos estudiantes se enfrentasen solos al aprendizaje, en su casa, sin referente académico y con escasos recursos. El nivel cultural de las familias, su nivel de estudios, su implicación en tareas escolares y en el asesoramiento socioemocional de sus hijos, se convirtió en factor diferencial de protección pedagógica. Su ausencia, por tanto, se convirtió en factor de riesgo para brecha de aprendizaje. Esta realidad afectó en mayor medida a estudiantes en situación de vulnerabilidad o de riesgo de exclusión social. También, las condiciones habitacionales de muchos hogares, el acceso a recursos tecnológicos o las preocupaciones laborales y económicas de muchas familias generaron situaciones de estrés y de ansiedad entre los estudiantes. Además, el cierre de las escuelas y la ausencia de referentes académicos generaron desapego por la educación y por la escuela. Para muchos alumnos, la escuela y el docente son factores de protección frente a una realidad hostil.


La brecha digital ha sido la que más se ha evidenciado durante el confinamiento en el mundo educativo. No es que fuese nueva, pero sí que ha demostrado que las familias con más recursos económicos y/o culturales han tenido más facilidades para seguir una educación a distancia y, por tanto, mantener un adecuado desarrollo de su aprendizaje. El número de ordenadores por hogar, el acceso a internet, la mayor conectividad, así como más conocimientos digitales -alfabetización digital- han situado en una mejor condición a estos estudiantes ante el aprendizaje. Por el contrario, las familias más desfavorecidas se han encontrado con un problema de difícil solución, que ha agravado la desigualdad. Esta brecha digital se ha exteriorizado en 2 brechas de aprendizaje: una brecha de acceso de los alumnos a un ordenador, a un espacio concreto y adecuado para el estudio y a una conexión fluida y constante a internet y una brecha de uso, es decir, de cantidad de horas destinadas al uso de dichas Tecnologías y a la calidad e idoneidad de las páginas visitadas. Los datos demuestran un mayor uso, en número de horas, aunque de peor calidad, de los alumnos de familias de nivel más bajo socioeconómico y culturalmente.


Por último, la brecha escolar o de preparación de las escuelas y de los docentes para hacer frente al confinamiento y a la “nueva normalidad” ha demostrado la falta de preparación pedagógica de muchos docentes y la falta de medios en muchos centros escolares. En España, el 48% de las escuelas no estaba preparada para llevar a cabo una educación a distancia. El 45% de los docentes españoles no tenían recursos para aprender a utilizar dispositivos digitales y el 47% no tenía habilidades técnicas y pedagógicas para integrar dispositivos digitales en su enseñanza. Los centros privados y concertados eran los que disponían de docentes con mayor preparación y de mejores plataformas de teleformación. Estas diferencias, nuevamente, agravan la brecha de aprendizaje entre los alumnos con menos recursos. En cuanto a la capacidad para volver a la “nueva normalidad” y estimular el aprendizaje, recuperar los aprendizajes perdidos y enganchar nuevamente al alumnado, los docentes deben modificar la forma de enseñar, potenciar la comunicación profesor-alumno, generar mejores entornos de aprendizaje y cuidar el desarrollo socioemocional de los estudiantes.


¿Qué propuestas educativas deberían implementarse para paliar estas consecuencias?

-Crear sistemas educativos inclusivos, equitativos y resilientes, que presten apoyo especial a los alumnos de familias desfavorecidas.

-Estrechar vínculos y relaciones entre docentes y familias.

-Redefinir y flexibilizar el curriculum académico hacia aprendizajes más relacionados con los valores, las necesidades sociales y emocionales de los estudiantes, las habilidades de pensamiento superior.

-Implementar nuevas metodologías que desarrollen las competencias blandas: liderazgo, aprender a aprender y a desaprender, innovación, creatividad, empatía, trabajo en equipo, colaboración, resiliencia, proactividad, iniciativa y conducta responsable,…

-Establecer una enseñanza personalizada, tras una adecuada evaluación de diagnóstico post-confinamiento, que sitúe al alumno y detecte sus posibles carencias de aprendizaje.

-Implementar Programas de salud mental y emocional para alumnos.

-Implementar Programas de Apoyo escolar a familias en situación de vulnerabilidad.


En definitiva, atender a los grupos vulnerables, recuperar aprendizajes perdidos, potenciar una educación emocional, reenganchar a los alumnos en peligro de deserción escolar y compensar las desigualdades educativas. Por tanto, se deben mejorar los entornos educativos -escolares, sociales y familiares-, fundamentalmente de los niños más desfavorecidos. Nadie está destinado al fracaso ni condenado a la exclusión y la escuela no puede ni debe olvidar esta premisa.


Roberto Sanz Ponce

Elena López Luján

Universidad Católica de Valencia







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