Los «procedimientos» y las «técnicas» para sopesar racional y críticamente los elementos de la realidad tienden a alejar, a distanciar, a los sujetos de esa realidad, de la instancia de que se trate. Cuando, en ocasiones, lo que hay que hacer es, precisamente, lo contrario, acercarnos, aproximarnos, mezclarnos, tanto a ella como para dejarnos afectar por lo que pasa a nuestro alrededor, por lo que sucede frente a nuestros ojos, por lo que pensamos y sentimos, por todo aquello que leemos, vemos y escuchamos.
Con estas líneas termina el artículo El pensamiento crítico en crisis: una reconsideración pedagógica en tres movimientos, publicado en el último número de 2018 por el profesor Paul Standish, del Instituto de Educación de Londres y la profesora Bianca Thoilliez de la Universidad Autónoma de Madrid. Con este artículo, los autores ponen en cuestión cierta manera de entender el pensamiento crítico, que parte de la Psicología y que parece ser dominante actualmente en el campo de los estudios educativos. En contraste con esta forma de entenderlo, ellos rescatan otra perspectiva, más clásica, procedente de la Filosofía, pero mucho más leal al sentido original y humano de este concepto.
Los autores comienzan su artículo destacando hasta qué punto el pensamiento crítico forma parte de la visión del mundo occidental, una visión racionalista heredera de la Modernidad, cuando el ser humano comenzó a dudar de todo aquello que le venía dado posicionándose a sí mismo como garantía de verdad. El sujeto occidental es esencialmente crítico porque considera que nada de lo que le viene dado es totalmente verdadero, todo es susceptible de cambio a través de la interpretación; es decir, dependiendo de con qué óptica y bajo qué parámetros el sujeto observe la realidad, así será esta, así la construirá. Siendo esto así, la realidad se torna sumamente vulnerable, de manera que es necesario educar a las nuevas generaciones de tal forma que, si bien puedan llegar a modificarla en determinados aspectos, no rompan absolutamente con los cimientos que la sustentan, unos cimientos construidos y acumulados, generación tras generación, que nos aportan una estabilidad también necesaria.
Ahora bien, actualmente esta educación, cada vez más psicologizada, piensa que el pensamiento crítico se construye a través de fórmulas prefijadas, de técnicas y estrategias que, si uno sigue, lo convierten de manera automática en sujeto crítico, en sujeto atento, en sujeto flexible, es decir, en el tipo de sujeto que el mercado necesite en cada momento. Como bien dicen los autores, el pensamiento crítico en educación es importante porque tenemos derecho a poder cuestionar nuestra realidad y se nos deben dar herramientas para poder hacerlo; porque ser adulto implica esto, poder tomar decisiones propias de las que uno realmente pueda responsabilizarse; porque si no sabemos cuestionarnos a nosotros mismos y al mundo que nos ha tocado vivir, nos vemos impedidos, por un lado, de poder participar de actividades de discusión intelectuales y, como consecuencia, de manifestarnos como sujetos políticos que viven en democracia, pues la democracia no consiste en votar por afinidades emocionales, sino por consideraciones intelectuales.
El discurso psicológico dominante nos ha vendido una imagen del pensador crítico que nada tiene que ver con lo que realmente debería ser. Se nos dice que el pensador crítico es un sujeto seguro de sí mismo, que no duda, que sabe lo que quiere y decide sin arrepentimiento. No obstante, no hay nada más crítico que la duda, que la inseguridad, que el no saber que, si bien es cierto que poco a poco, nos va haciendo cada vez menos ignorantes, nunca nos evita esta crisis siempre presente que nos hace precisamente críticos, pero es que el ser humano occidental es un ser que, más allá de decidir y resolver, problematiza. También se nos ha transmitido que la base sobre la que se sostiene nuestra forma de criticar, el lenguaje, es siempre estable y facilita el buen entendimiento. Ahora bien, no hay nada más complejo que el lenguaje, muchas veces incompatible entre personas que no lo usan y difícilmente puedan usarlo de la misma manera. Nuestro mundo es demasiado complejo como para poder manejarlo con técnicas, no siempre sabremos hacia dónde tirar, no toda crítica permitirá dar rienda suelta a la creatividad, a veces sólo problematizaremos y nos estancaremos, no pudiendo ir más allá por ese camino, pero con toda seguridad eso nos llevará a otros igualmente humanos y valiosos.
Los autores terminarán dando varios ejemplos de esta forma mucho más abierta y humana de entender el pensamiento crítico, que no huye de la crisis, sino que la acepta y vive con ella como elemento constitutivo. Recomendamos este artículo a todos aquellos que son realmente críticos, que piensan y repiensan cada concepto y que consideran que no debe primarse una educación estandarizada y cortoplacista, sino, por el contrario, una educación capaz de establecer las condiciones de posibilidad que, a largo plazo, permitan el surgimiento de sujetos dignos de ser llamados humanos.
Alberto Sánchez Rojo
Universidad Complutense de Madrid
Editor Asistente de Teoría de la Educación. Revista Interuniversitaria
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