¿Qué sentidos y prácticas debe tener o recuperar la educación? La educación es un proceso humano donde la relación entre todos los agentes educativos (alumnado, profesorado, familias y comunidad) es indispensable en el proceso de enseñanza–aprendizaje. Por tanto, en esa condición relacional de sentido dialógico, de convivencia y de formación, uno de los principales sentidos del ámbito educativo radica en lograr espacios y prácticas que permitan conseguir una mayor justicia social.
La diversidad cultural que nos encontramos en las sociedades actuales hace necesaria esa justicia social, ya que cada vez más nos vamos formando desde los aprendizajes diversos y compartidos que deben ser valorados por igual. Sin embargo, en estos aprendizajes normalmente han tenido un mayor peso ciertas culturas sobre otras, provocando situaciones de desigualdad. Existe un desajuste entre los aprendizajes adquiridos en la escuela y aquellos otros aprendizajes que se interiorizan desde las familias y la sociedad. Esta situación se ve proyectada en las aulas, donde mucho del alumnado con origen cultural diverso en ocasiones se ve infravalorado o desplazado, ya que la sociedad y el sistema educativo no parecen reconocer el aprendizaje en la riqueza de la diversidad cultural, sino más bien lo contrario. Esto ha provocado que mucho de ese alumnado elija la cultura de acogida del país y se identifique con ella y olvide o no valore lo suficiente su cultura de origen, especialmente en las etapas de la adolescencia donde los procesos de construcción de identidades son más delicados y flexibles y pueden verse influenciados por el deseo y la necesidad de encajar en los círculos sociales y ser aceptado/a. De esta manera, se produce un olvido de los aspectos culturales de cada familia que conduce a sociedades que parecen ser réplicas unas de otras, donde los saberes diversos o ancestrales que permiten un pensamiento crítico y otras visiones necesarias para entender las realidades actuales no se tienen en cuenta y, por lo tanto, corren el riesgo de desaparecer.
Para atender esta problemática, este artículo analiza la Educación Culturalmente Receptiva, una pedagogía que persigue una mayor justicia social en las aulas y valora esa diversidad de saberes, identificando desde ese análisis nuevas posibilidades para su implementación en los espacios educativos La Educación Culturalmente Receptiva, nace en los años 90 en el contexto norteamericano y parte de las investigaciones que giraban en torno al trabajo de la educación multicultural en el aula tratando de cuestionar la educación más tradicional que no prestaba la suficiente atención a la brecha entre la escuela y los hogares del alumnado. Con ello, se pretende desarrollar y alcanzar un aprendizaje significativo en las aulas que permita mejorar el rendimiento académico del alumnado, al mismo tiempo, que consiga valorar todas las influencias culturales y sociales de este alumnado. Esta es una tarea complicada para los docentes en la actualidad porque no solo implica trabajar en sus prácticas didácticas, adaptando sus métodos de enseñanza y sus programaciones de aula, sino que también supone un trabajo personal que permita reflexionar sobre sus quehaceres educativos diarios para seguir aprendiendo y mejorando en su labor docente.
Concretamente, en este trabajo se pretende analizar esta pedagogía desde sus orígenes con dos marcos característicos de la psicología educativa: los fondos de conocimiento y fondos de identidad. Estos marcos han servido para comprender los diferentes recursos culturales de las familias y el alumnado dentro de las sociedades diversas, tratando así de reducir esa brecha ya mencionada entre escuela y hogar. Se observa desde algunas definiciones de las principales autoras y autores que vienen trabajando en estos temas, cómo se ha producido una evolución clara de esta pedagogía considerando ambos marcos psicológicos educativos, pero, sin embargo, también se aprecia cómo resulta difícil su implementación real en las aulas. En ocasiones, sucede que se tienen en cuenta los recursos culturales familiares de los alumnos culturalmente diversos de manera general sin atender a la diversidad de ambientes que giran en torno a cada estudiante o las diferentes realidades que se encuentran dentro de cada familia. Por ello, se propone una reinterpretación educativa del tercer espacio que por medio de tres niveles progresivos puede servir para que se implante dicha pedagogía en las aulas considerando esos marcos psicológicos mencionados, los fondos de conocimiento e identidad, dentro de los espacios educativos. Para finalizar, se exponen algunas limitaciones de la Educación Culturalmente Receptiva y como estas pueden ser abordadas considerando la propuesta de reinterpretación educativa del tercer espacio.
Recuperando la pregunta con la que se abría este post, podemos señalar que la Educación Culturalmente Receptiva pone de manifiesto que se debe recuperar y tener en cuenta respecto el sentido y la práctica educativa, al reconsiderar y señalar el carácter etnocéntrico de la educación que hace que no sea posible conseguir una mayor justicia social que garantice la equidad educativa. Una equidad educativa que sirva para que todo el alumnado tenga un espacio donde puedan ser libres, entender sus procedencias o influencias culturales y lograr su pleno desarrollo. Esto no solo debería ser una responsabilidad social, sino que además debería ser entendido como una oportunidad para avanzar en y a sociedades cada vez más diversas donde la interacción con los otros permite y ayuda al desarrollo vital de cada persona.
Ángel Llorente Villasante
Martha L. Orozco Gómez
María Sanz Leal
Universidad de Burgos
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