El presente artículo tiene como principal objetivo el de ampliar los ámbitos teóricos y prácticos de actuación de los y las profesionales de la pedagogía en el contexto universitario español. Para ello, se realiza un análisis sobre las principales características y condicionantes del actual modelo socioeconómico basado en una sociedad y economía del conocimiento desde un punto de vista individual y organizativo. Se describen las formas de organización del trabajo y sus repercusiones laborales en los distintos modelos de producción surgidos a lo largo del siglo XX en España: el modelo agrícola, el industrial y el posfordista. Asimismo, se analizan las respuestas ofrecidas desde el sistema educativo para adaptar la fuerza de trabajo a estos nuevos requerimientos desde los tres contextos clásicos de aprendizaje: el formal, el no formal y el informal. Desde el punto de vista formal, se apunta especialmente a la incorporación del concepto de competencia profesional y la apuesta por las metodologías activas de aprendizaje. No obstante, es desde una perspectiva no formal, y sobre todo informal, donde se centra nuestro interés y reflexión como uno de los contextos de aprendizaje más relevantes y pertinentes no solo para responder a las actuales demandas del sistema productivo, sino también para ampliar el espectro profesionalizador de los futuros egresados/as en pedagogía. Se trata de poner en valor el papel de la pedagogía en la construcción de las sociedades y economías del conocimiento. Y para ello, el artículo se centra en el ámbito organizacional ya que es la forma más común y pertinente para la construcción, distribución y utilización de dicho conocimiento. Igualmente, se hace hincapié en sus diferentes formas de adquisición, destacando la importancia que se debe de prestar a su generación en contextos informales. Es decir, hasta el momento, la pedagogía se ha venido ocupando, casi en exclusiva, de los fenómenos educativos en su forma institucionalizada dentro de los sistemas educativos formales, si bien, estamos de acuerdo con Rodríguez (2018) en que los distintos ámbitos y tipos de aprendizaje (tácitos o explícitos) suponen más una distinción teórica que real en tanto, en la práctica, se entremezclan de forma difusa. Así, pensamos que la gestión de estos contextos informales de aprendizaje supone, por un lado, uno de los principales retos para la construcción de las economías del conocimiento y, por otro, un amplio espectro de desarrollo profesional para los futuros graduados y graduadas en pedagogía.
Gestionar el aprendizaje informal no es otra cosa que desarrollar los activos intangibles en entornos organizacionales, o lo que es lo mismo: su capital intelectual. De este modo, consideramos necesario expandir los ámbitos de actuación de los estudios educativos a otros contextos. Siguiendo los componentes clásicos del capital intelectual nos referimos en primer lugar, a la gestión del capital humano, es decir, a lo que se viene conociendo como gestión de recursos humanos, formación y desarrollo profesional. Dentro de este primer ámbito nos encontramos con funciones tales como reclutamiento y selección, píldoras de formación, moocs, coaching, mentoring, aprendizaje electrónico, gestión por competencias, planificación de la carrera profesional, gestión del desempeño, etc. En segundo lugar, como principales funciones dentro del desarrollo del capital organizacional o estructural en las organizaciones, nos podemos referir, por ejemplo, a las comunidades de práctica o comunidades de aprendizaje. Por último, con respecto al desarrollo del capital relacional o social, podemos identificar la creación de redes de contacto a través de CRM (Customer Relationship Management), los procesos de reputación organizacional a través de las redes sociales, la RSC (Responsabilidad Social Corporativa), etc. En definitiva, de lo que se trata es de enfatizar la capacidad de la pedagogía para gestionar conocimiento (indistintamente de su contexto de creación) y lograr que toda organización o territorio (en tanto macro-organización) pueda llegar a convertirse en una organización y/o territorio inteligente (Morales-Valero, 2020; Vélez, 2008).
La cualificación del/la pedagogo/a en los términos descritos, así como su inserción laboral en contextos distintos a los escolares, dependerá, en parte, de la conexión que haga la Universidad con estos contextos mediante la creación, por ejemplo, de itinerarios formativos de especialización o la creación de asignaturas específicas (Quiles-Piñar y Rekalde-Rodríguez, 2021), así como de su correcta difusión entre el propio estudiantado. Tanto la economía de la educación, como la pedagogía laboral (o empresarial), son dos (entre otras) de estas posibles asignaturas específicas desde las que formar a los futuros pedagogos y pedagogas en los términos descritos, si bien su desarrollo ha sido dispar (tanto en su denominación como en sus contenidos) en las diferentes universidades españolas donde se oferta el grado en pedagogía, siendo consideradas mayoritariamente asignaturas optativas. A todo ello, se une la necesidad de una mayor orientación académica y laboral desde los primeros cursos del grado en pedagogía, de modo que el alumnado pueda planificar, en la medida de lo posible, su carrera profesional. Una orientación académica y profesional que debe de ser reforzada estando mucho más ligada a la práctica.
Pero, además de esta necesidad de orientación, desde nuestro punto de vista consideramos imprescindible continuar reforzando y ampliando la formación del profesional de la pedagogía (independientemente de la o las asignaturas desde las que se haga) en los términos apuntados anteriormente, si bien consideramos especialmente necesaria la ampliación de conocimiento en el ámbito de los recursos humanos, un área abordada desde múltiples disciplinas pero donde el aporte de la pedagogía como ciencia que se ocupa del desarrollo de personas ha sido hasta hoy, más bien escaso. Del mismo modo, sería preciso seguir reforzando todas aquellas competencias transversales que forman parte de la dimensión individual de la empleabilidad del alumnado y que han sido ampliamente aceptadas por los/as empleadores/as, tales como el trabajo en equipo, la resolución de problemas (Pineda-Herrero et al., 2018) o la competencia emprendedora (Quiles-Piñar y Rekalde-Rodríguez, 2021), entre otras.
Para finalizar, podemos decir que la pedagogía ya dispone de un amplio bagaje sobre la respuesta que debe de dar la educación a los nuevos requerimientos de una sociedad y economía basadas en el conocimiento. El problema estriba en que la aplicación o transferencia de este conocimiento se realiza en un número reducido de contextos. No se trata tanto de crear un nuevo corpus de conocimiento sobre estas nuevas realidades, sino de aprovechar los conocimientos existentes para aplicarlos a nuevos entornos que en la actualidad están siendo ocupados por disciplinas dispares. Se trata, en definitiva, de reclamar el lugar propio que le corresponde a la pedagogía enriqueciendo el área y, de paso, ampliando el horizonte laboral de los futuros/as graduados/as en pedagogía.
Manuel Morales Valero
Universidad de Málaga
Carolina Fernández-Salinero Miguel
Universidad Complutense de Madrid
Commentaires