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El 'sesgo inclusivo' del enfoque capacitista en la educación inclusiva

Este trabajo pone de relieve la situación controvertida en la que llevamos décadas encontrándonos, tratando de avanzar hacia una inclusión educativa plena del alumnado que nunca llega, que nunca se termina de lograr por mucho que se trabaja e investiga en ella desde diversos ámbitos, expertos y profesionales.


Se habla siempre de diversas y múltiples barreras que impiden dicha inclusión, y que claramente existen (de necios sería negarlo). Pero el gran problema, aparte de todo ello, radica en la propia naturaleza y definición de este enfoque: mientras se siga hablando de que “unos incluyen” y “otros son incluidos” (normalmente las personas con discapacidad y otros grupos minoritarios) se seguirán produciendo las mismas prácticas y acciones segregadoras, generando una discriminación estructural que invisibiliza a las personas con discapacidad y legitimiza e incluso niega la existencia de dicha opresión sobre ellas.


Esta problemática podría definirse como «sesgo inclusivo» y corresponde a un enfoque capacitista que prevalece en el trasfondo del paradigma de la educación inclusiva y se refleja en la legislación educativa, clasificando a los estudiantes que presentan ciertas dificultades como «alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo» y «alumnado con necesidades educativas especiales». De este modo, se etiqueta al estudiantado en función de sus capacidades, distinguiéndolo del resto de alumnos y perpetuando una perspectiva capacitista que condiciona y lastra su plena inclusión.


En este sentido, mientras se continúe hablando de inclusión, de educación especial o compensatoria, de necesidades educativas especiales, de adaptaciones curriculares, etc., la segregación seguirá existiendo y perpetuándose como una práctica comúnmente aceptada en el ámbito educativo. De ahí la necesidad de recordar la importancia de la mutua estructuración del lenguaje y el conocimiento, ya que el lenguaje que se emplea para aludir a las diferencias humanas condiciona las actitudes que se mantienen acerca de la diversidad y los modelos educativos que se implementan. Las creencias, actitudes, estereotipos, opresiones y prácticas discriminatorias seguirán existiendo en tanto no cambie la percepción, consideración y el lenguaje que se emplea respecto a las diferencias individuales, considerándolas como un elemento enriquecedor y propio de la naturaleza humana. Por este motivo, en las últimas décadas se han impulsado ciertos cambios a favor de denominaciones que reemplacen las etiquetas y estereotipos negativos existentes sobre las diferencias humanas, derivados de un patrón capacitista que interpreta las capacidades de unos como «normales» y las de otros como «diferentes», peores o menos válidas, generando discriminación y dificultando el avance hacia la normalización plena de la diversidad.


Por tanto, resulta necesario acabar con este tipo de lastres que impiden la construcción de una verdadera escuela para todos y una educación personalizada que responda a las necesidades educativas de cada estudiante y a las demandas de la nueva ecología del aprendizaje en la que nos encontramos inmersos. Así, es imprescindible liberar nuestro enfoque educativo de dicho «sesgo inclusivo» y su mirada capacitista, apostando por un modelo de normalización plena en el que se entienda que todas las personas tenemos nuestras propias características y necesidades educativas, distintas unas de otras, y que deben ser atendidas como tales, sin etiquetas, sesgos ni prejuicios, dentro de una educación que sea «especial» para todos.


Por ello, en este trabajo se apuesta por un paradigma educativo personalizado en el que ningún estudiante sea etiquetado ni excluido, porque construir una verdadera escuela para todos, sin excepciones, resulta justo y necesario. Y para consolidar su base se debe comprender que todos formamos parte de la diversidad y que nuestras diferencias individuales nos enriquecen y ayudan a aprender. Para ello, el sistema educativo debe erigirse sobre los principios de equidad y justicia social, transformando las escuelas en comunidades de aprendizaje desde las que se ponga en marcha una pedagogía crítica que elimine el capacitismo y cualquier otra forma de discriminación humana, ofreciendo a cada estudiante oportunidades equiparables que le permitan desarrollar al máximo su potencial individual en el marco de una experiencia de aprendizaje ajustada a sus necesidades educativas personales.


Pero para que el paradigma personalizado logre implementarse correctamente es necesario llevar a cabo múltiples cambios y acciones a nivel educativo, como flexibilizar los tiempos, espacios, grupos y horarios escolares, fomentar la interdisciplinariedad entre las diferentes materias, garantizar la accesibilidad del centro a todos los niveles, reducir las ratios profesor-alumno, proporcionar a cada centro los recursos materiales y personales que necesite, favorecer el trabajo internivelar del alumnado en función de sus competencias y conocimientos, y un largo etcétera en el que cabría destacar la formación inicial y permanente de los profesores, directivos, inspectores educativos y otros profesionales del área, que deberá acompañarse de un cambio generalizado en las culturas y valores que la caracterizan, en pos de una educación justa, personalizada y de calidad en una verdadera escuela para todos.


Alba García-Barrera

Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA)




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