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  • editorteri

Fantasmas y cazafantasmas en el final de la fiesta de lo escolar

Como toda vieja fiesta que se preciara de tal, también la fiesta de lo escolar se acabó cuando sonó la campanada número doce y los invitados se apuraron por abandonar el palacio para que nadie note sus caras mal maquilladas, sus vestidos poco agraciados y para que sus vistosos carruajes no se conviertan en calabazas y ratones. Su orgullo y su vanidad hace rato habían desaparecido al latir de los tiempos del sálvese quien pueda y sepa cómo salvarse de esta cultura fría


En el antiguo palacio de lo escolar, solo persisten la penumbra iluminada por una vela que se extiende de a poco y un silencio pesado solo interrumpido por las gotas que caen lentamente, una a una, de una tornera sin reparar y que acompasan un final de dos por cuatro –tango fatal-, mientras en el palacio tecnológico del vecino todo es alegría, cultura caliente y entusiasmo. Sus invitados, artificialmente inteligentes, construyen algoritmos para responder a la pregunta acerca de qué y cómo se hacía en ese derruido y deshabitado palacio de al lado. Allí, como en las fiestas de ahora, se comienza a medianoche y se acaba cuando el cansancio hace mella en la última barrera química.


Pero el palacio de lo escolar no quedó vacío: están los fantasmas de lo escolar; espectros de un tiempo pasado luminoso y prometedor lleno de utopías enfáticas y épicas de una nueva humanidad. Como buenos fantasmas, algunos deambulan profiriendo alaridos de recordatorio y denuncia por no basarnos en “la evidencia” mientras otras apariciones flotan sobre los escombros de la fiesta, aullando nuevas promesas más pequeñas y melancólicas pero siempre soberbias y culpógenas, en una danza desenfrenada en la que los fantasmas finge que la fiesta sigue, remedando los pasos de baile de los Fred Astaire & Gingers Rogers de la pedagogía (porque los de John Travolta eran considerados muy disruptivos y los Shakira muy provocativos). Fantasmas melancólicos que susurran el oído de su partenaire el deseo de repetir lo que nunca jamás sucedió. Fantasmas de lo viejo que hacen una ronda en el inicio del final del colapso.


¿A quién vas llamar? Los cazafantasmas de lo escolar no pueden reponer la vieja fiesta pedagógica con sus antiguos esplendores pero suelen atreverse a diferenciar espectros, pulverizar a los fantasmas más dañinos y exorcizarlos de sus cuerpos humanos. Con su capacidad de pensar lo nuevo y de hackear lo viejo, los cazafantasmas de lo escolar van de aquí para allá para identificar a las ánimas encerradas en las que nos hemos convertido y brindarles una posibilidad de salida, un nuevo territorio para la educación.


Otro ejercicio cazafantasma del futuro para abandonar la nostalgia restauradora de la nada y evitar enamorarse de las escuelas como quien se enamora de su auto.



Mariano Narodowski

Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella




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