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Hacia una pedagogía disruptiva

El contexto sociocultural, tecnológico, comunicativo y educativo en el que está inmerso el alumnado de Educación Secundaria ha transformado los espacios, los tiempos y las condiciones de aprendizaje. Esta realidad social y educativa requiere que desde los centros educativos se desarrollen competencias y habilidades que permitan al alumnado afrontar los retos y desafíos de la sociedad actual.

 

En esta coyuntura, el profesorado está llamado a interpelar las demandas sociales, culturales y educativas desde un posicionamiento crítico y reflexivo que le posibilite pensar y transformar la cultura escolar, las metodologías, la organización, los espacios escolares o las jerarquías de poder del aula, entre otras dimensiones educativas. De forma más concreta, en la etapa de Educación Secundaria, es necesario realizar planteamientos que involucren de manera activa y participativa a los y las estudiantes, lo cual significa romper con la predominancia de procesos de aprendizaje tradicionales y jerarquizados.

 

Hablar de disrupción pedagógica implica cuestionar las prácticas educativas tradicionales, desafiar el pensamiento dominante e iniciar procesos complejos, sistémicos, contrahegemónicos y transformadores tanto de carácter individual como colectivo, comunitario e institucional; pero, sobre todo, implica considerar que todo proceso educativo ha de ser junto a, con y para el alumnado, lo cual significa un desafío y una oportunidad, a la vez, para promover espacios más participativos, donde se coloque en el centro del proceso de aprendizaje al alumnado, aumentando su protagonismo como agente activo en entornos educativos que fomenten la reflexión crítica, la autonomía y la creatividad.

 

En el trabajo que presentamos se ha llevado a cabo una revisión sistemática de la literatura (RSL) con carácter descriptivo y retrospectivo. Con este propósito, se han analizado investigaciones que han promovido pedagogías disruptivas en centros de Educación Secundaria a nivel nacional e internacional. El objetivo ha sido explorar estas prácticas educativas innovadoras y disruptivas. Los 12 estudios analizados incluyen prácticas conocidas como disruptivas que se han destacado por: (1) ser experiencias educativas contrarias a las normas establecidas; (2) transformar las culturas escolares en aspectos curriculares, organizativos, metodológicos y participativos; (3) desarrollarse sin depender del uso de tecnologías; e (4) implementarse en Educación Secundaria.

 

Para el análisis de las experiencias educativas que se detallan en los doce artículos hemos considerado referentes teóricos que profundizan desde una perspectiva crítica en cuestiones sociales, culturales y educativas. En este sentido, destacamos las aportaciones de Paulo Freire como referente de la pedagogía liberadora y emancipadora (Pedagogía del Oprimido, 1970),  la obra de Augusto Boal fundamentalmente referida al Teatro del Oprimido (2009), las aportaciones de bell hooks en su libro Enseñar a transgredir (2021), los aportes al feminismo de  Braidotti (2015), Michael Foucault (1975) y Henry Giroux (2011) como referentes para pensar en términos de transformación social, los planteamientos de Davir Orr (2002) sobre sostenibilidad y conciencia ecológica, los estudios culturales de Ahmed (2018), el cuestionamiento de los fundamentos de las estructuras educativas de Alfandari y Tsoubaris (2021) y las teorías críticas sobre arte de Girault y Barthes (2016).

 

Todas las experiencias analizadas se enfocan desde una perspectiva innovadora y surgen como una respuesta a tensiones relacionadas con el currículo y con aspectos estructurales, sociales, organizativos, culturales y comunitarios, generalmente vinculados a contextos sociales desfavorecidos y a colectivos vulnerables. El análisis de estos trabajos revela que las pedagogías disruptivas:

 

  • Transforman los contextos y escenarios escolares, los roles, las situaciones de aprendizaje y las metodologías de enseñanza.


  • Se basan en la corresponsabilidad, la toma de decisiones compartidas, la búsqueda de justicia social y la creación de relaciones educativas constructivas y transformadoras.


  • Mejoran las relaciones escolares, la convivencia y el clima escolar, rompiendo con la organización escolar tradicional.


  • Se desarrollan como prácticas de aprendizaje atractivas, estimulantes, desafiantes, creativas y críticas que hacen visibles a los y las estudiantes.


  • Generan aprendizajes conectados con la realidad y los intereses del alumnado.


  • Promueven procesos educativos democráticos que facilitan formas de comunicación y relación más horizontales, diversas y constructivas.

 

Los estudios analizados muestran que las pedagogías disruptivas están relacionadas con procesos y experiencias educativas en las que toda la comunidad educativa, y especialmente el alumnado, participa activamente en los procesos de enseñanza y aprendizaje, proporcionando una visión más clara y específica de su papel como persona que desea y quiere aprender.

 

También destacamos que el uso de estrategias educativas con un trasfondo social, como el teatro del oprimido, el diálogo participativo, las tertulias dialógicas, la creación de grupos de trabajo colaborativo, el desarrollo de proyectos transformadores, la investigación-acción participativa, la creación artística y musical y la expresión corporal, entre otras, deberían incorporarse más frecuentemente en el ámbito educativo. Estas estrategias favorecen la expresión y la comunicación, la reflexión, la justicia social y educativa, la equidad y la conciencia social, contribuyendo a la transformación personal del alumnado y, por ende, a la transformación comunitaria.

 

Aun con todo ello se ha de tener en cuenta algunas de las dificultades que conlleva la introducción de estas prácticas disruptivas en los entornos educativos. Las dificultades, según estos estudios, suelen estar asociadas a: poco apoyo institucional, falta de expectativas sobre los proyectos que se desarrollan, necesidad de más recursos materiales y fricciones y resistencias por parte del profesorado y del alumnado ante la implementación de proyectos que implican nuevas dinámicas. Estos factores limitan el desarrollo de prácticas y estrategias educativas que buscan una transformación estructural, organizativa y educativa del centro. Además, representan un desafío complejo que requiere acciones disruptivas conjuntas, compartidas, creativas y democráticas que se traduzcan en respuestas educativas que vayan más allá del aula y de los centros educativos.


Blas González-Alba

Moisés Mañas-Olmo

Universidad de Málaga


María Esther Prados-Megías

María Sánchez-Sánchez

Universidad de Almería



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