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La práctica del estudio desde la perspectiva mesoaxiológica

Estudiar deriva de la palabra latina studium, que significa “afán, empeño, afición”, afán por aprender, por conocer algo nuevo. Si acudimos al verbo “studeo” este hace referencia a la manera de poner el alma en algo que nos gusta y queremos hacer con total libertad. Estudiar también se considera como una práctica que en palabras de Hannah Arendt nos permite la posibilidad de “parar y pensar”. Para cualquier teórico y profesional de la educación está claro que estudiar es una actividad con valor pedagógico, y como tal requiere de ser analizada conceptualmente. A pesar de tratarse de una actividad que ha acompañado al ser humano desde el nacimiento de la escuela en la antigua Grecia, no parece haber sido objeto de atención y reflexión pedagógica en la producción literaria. Basta con acudir a cualquier buscador de literatura científica e introducir las palabras de búsqueda “estudiar” o “estudiar perspectiva pedagógica” para comprobar que la gran cantidad de literatura dedicada al concepto de estudiar define esta actividad de una forma un tanto superficial, reduciendo la idea de estudiar como tarea propia del estudiante y actividad orientada a la mera consecución de un fin. Más aún, en esta búsqueda comprobaremos que la palabra estudiar estará siempre unida a las conocidas técnicas de estudio. Pero ¿qué hay del concepto de estudiar como actividad que en sí educa? ¿estudiar como actividad es un medio o un fin en sí mismo? Precisamente sobre este asunto trabaja el profesor José Manuel Touriñan López en su artículo Estudiar es actividad común externa y siempre educamos con la actividad. Una aproximación desde la perspectiva mesoaxiológica, publicado recientemente en nuestra revista y en el que se ofrece un análisis pormenorizado desde una mirada pedagógica y desde la perspectiva mesoaxiológica del concepto de estudiar. Partiendo de una posición en la que se comprende el medio valorado como educativo, propio de esta perspectiva mesoaxiológica, el autor a lo largo del artículo trata de dar respuesta a la cuestión ¿estudiamos para educarnos o al estudiar nos educamos? dando un paso más allá el citado autor nos invita a reflexionar sobre la cuestión ¿por qué la actividad de estudiar en cuanto que actividad, educa? Para dar respuesta a estas cuestiones no solo se ofrece una detallada valoración del estudio como medio para educar, sino que se desgranan y clarifican conceptos básicos en teoría de la educación y que aportan valor y sentido al concepto de estudiar. En esta línea el autor nos invita a reflexionar sobre las diferencias entre saber, enseñar y educar aplicadas a la actividad de estudiar. Si bien es cierto que podemos utilizar la acción de estudiar como medio para alcanzar una finalidad distinta de educar, también lo es que la actividad de estudiar en sí misma, nos educa. En palabras del propio autor:


No significa lo mismo para la Pedagogía decir que estudiamos para educarnos (para lograr finalidades educativas), que decir que, al ejecutar la actividad de estudiar, nos educamos. Si esa diferencia se significa, estudiar no solo tiene valor propedéutico, sino valor educativo en sí, porque la propia actividad de estudiar, al ser ejecutada, nos educa (p. 13).

Es decir, el valor pedagógico del estudio no podemos reducirlo a su condición propedéutica, sino que debemos buscarlo en su condición de actividad en sí. Para esto, Touriñan realiza un análisis pormenorizado del concepto de estudio desde las diferencias de saber, enseñar y educar en esta actividad. Avanzando en esta línea y con la intención de clarificar la idea que persigue, el autor nos invita a reflexionar sobre la importancia de estudiar no solo las causas, sino también el proceso y propósito del estudio que desde un punto de vista pedagógico puede ser objeto de intervención educativa y pedagógica. Siendo estos últimos, dos tipos de intervención que el autor relaciona con los procesos de autoeducación y heteroeducación desde la perspectiva de educando y educador y la intencionalidad que acompaña al acto educativo. Asociando lo anterior con el tema que nos ocupa, el estudio como práctica pedagógica, el autor concluye afirmando que estudiar es una actividad común externa, y como tal, el acto de estudiar, en sí mismo, nos educa. Pues estudiar requiere que mediante actividad externa vayamos transformando el interior, nuestro self, transformándonos a nosotros mismos y convirtiéndonos en algo mejor. Más aún, la actividad de estudiar, como actividad propia de la educación nos permite mejorar la relación entre valor-elección, valor-obligación, valor-decisión, valor-sentimiento, valor-pensamiento y valor-creación, necesarias para operativizar la acción educativa. Estudiamos para educarnos, y nos educamos con la actividad de estudiar, puesto que el valor pedagógico de estudiar se halla en su condición de actividad en sí, y esto puede probarse en tanto que estudiar es actividad común externa.


En definitiva, Touriñan en este artículo nos ofrece, de forma acertada, una reflexión profunda y una exposición pormenorizada desde una mentalidad pedagógica específica y una mirada pedagógica especializada de la práctica del estudio como actividad pedagógica.




Judith Martín Lucas

Universidad de Salamanca

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