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Reimaginando la Educación Ambiental en la era del Antropoceno: una reflexión ética

editorteri

Vivimos en tiempos marcados por la crisis ecosocial donde el Antropoceno, como nueva era geológica, subraya la profunda huella que la humanidad ha dejado en el planeta. Este término no solo describe un cambio geofísico, sino que nos invita a repensar nuestra relación con el mundo, cuestionando las estructuras que han permitido que nuestra especie se convierta en la fuerza dominante sobre la Tierra. En este contexto, la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) ha demostrado ser una herramienta valiosa pero limitada. De este modo, nos planteamos la siguiente pregunta: ¿es suficiente este enfoque para abordar los desafíos que nos plantea el Antropoceno? Este artículo invita a reflexionar sobre los límites de la EDS y propone una nueva perspectiva educativa que sitúe nuestra acción en el marco de los límites planetarios, incorporando una ética más amplia y comprometida con el bienestar ecosocial.


El Antropoceno es un concepto controvertido que subraya cómo la actividad humana ha alcanzado un punto donde se considera una fuerza geofísica que altera y ejerce un efecto profundo los procesos de cambio que sufre la Tierra. Más allá de un término que a priori se contextualiza en el ámbito de las ciencias experimentales como la geología, la era del Antropoceno implica que reconozcamos los límites planetarios y que repensemos, también desde la educación, sus implicaciones para poder enfrentar de una forma consciente y crítica la crisis ecosocial. Así, la pregunta clave que nos podemos plantear en este contexto es ¿cómo educar en un mundo donde los límites de la Tierra son cada vez más evidentes y teniendo en cuenta los desafíos y conflictos éticos que todo esto conlleva?


El concepto de “desarrollo sostenible” ha sido central en la educación ambiental desde los años setenta, buscando equilibrar el progreso humano con la conservación de la naturaleza. Sin embargo, en el contexto del Antropoceno, este enfoque parece insuficiente para abordar la complejidad de la crisis ecosocial que enfrentamos debido a que el paradigma de la EDS sigue una visión antropocéntrica donde la naturaleza se considera un recurso para el beneficio humano. Aunque con aportes valiosos, esta perspectiva tiene limitaciones éticas y epistemológicas, ya el modelo económico tecnoindustrial subyacente a la sostenibilidad no cuestiona las estructuras económicas que perpetúan la degradación ambiental y la desigualdad social.


En nuestra búsqueda constante del bienestar, hemos aprendido a asociarlo principalmente con el progreso material y el consumo. Sin embargo, hemos de plantearnos si es esta la única forma de alcanzar una vida plena, y si es hora de cuestionar si efectivamente ese bienestar, tan estrechamente vinculado a la acumulación de bienes materiales, es realmente el tipo de bienestar que demanda esta nueva era del Antropoceno. La reflexión que nos guía aquí no solo busca repensar la forma en que entendemos el bienestar, sino también ampliar el alcance de esa reflexión para incluir, de manera sincera, a todos los seres del planeta. Inspirada por las ideas de Adela Cortina y Bruno Latour, la propuesta es ir más allá de una ética exclusivamente humana. Esto nos invita a replantear nuestra relación con el mundo no como algo externo y subordinado a nosotros, sino como un tejido interconectado donde todos los seres (humanos y no-humanos) coexisten y se influyen mutuamente.


Así, una Educación Ambiental (EA) que se base en estas ideas debe centrarse en el cuidado colectivo, alejándose del individualismo y el consumismo que han dominado nuestra visión del bienestar. A través de un enfoque ético que reconozca la dignidad y el valor de todos los seres, podemos comenzar a construir una nueva manera de habitar el mundo. Esta nueva visión implica concebir las relaciones humanas, la naturaleza y la biosfera como un todo interconectado. La clave aquí radica en la idea del “bienestar posmaterial”, que resalta la importancia de aspectos como las relaciones humanas, la resiliencia comunitaria y el reconocimiento mutuo.


Es por ello fundamental abandonar las visiones antropocéntricas de la EDS y adoptar un enfoque “sociobiocéntrico” que reconozca la interdependencia de todos los seres vivos y entidades. Este nuevo horizonte pedagógico de la EA debe estar profundamente comprometido con el bienestar colectivo, reconociendo que el equilibrio del planeta está inseparablemente ligado al bienestar de todas las especies, humanas y no humanas. Además, es necesario que la EA sea crítica con las estructuras de poder que perpetúan la crisis ecosocial, teniendo en cuenta que las respuestas a la crisis no pueden ser solo individuales, sino que deben ser tanto colectivas como políticas: si bien los gestos personales como reducir el consumo son útiles, no son suficientes para transformar las dinámicas globales que están en la raíz de la crisis.


Por las razones antes mencionadas, la EA en la era del Antropoceno debe ir más allá de las soluciones superficiales y de las respuestas individualistas. Necesitamos una educación que valore el bienestar colectivo y que reconozca que el futuro del planeta depende de nuestra capacidad para vivir en armonía con todos los seres y entidades que lo componen. Este enfoque debe inspirarse en visiones alternativas del bienestar, como el “buen vivir” o la democracia ecológica, que nos invitan a repensar nuestro lugar en el mundo y a asumir una responsabilidad ética hacia todos los seres y entidades no humanas con los que compartimos este planeta.


Para mayor profundidad consúltese el artículo completo en el que está basada esta entrada.


Esther Díaz Romanillos

Universidad Autónoma de Madrid



 
 
 

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