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Ulises en el Instituto. Liderazgo y escuela a partir del mito de Aquiles

Recurrir a la mitología para pensar la antropología no es algo novedoso. Platón utilizaba frecuentemente la mitología para explicar asuntos relevantes, y esto es así porque la mitología no es mera ficción destinada al entretenimiento, sino que tiene, desde su origen, una profunda intencionalidad ilustrativa y educativa. Los mitos captan aspectos de la acción con profundidad, y se presentan como destilado de las potencialidades del ser humano puestas en acto. Esta característica pedagógica de la mitología, este ser reflejo de una verdad antropológica, explica que sobrevivan al paso del tiempo y sigan siendo un recurso fértil para centrar y apoyar la reflexión especulativa.


En este artículo me voy a apoyar en un mito clásico, un episodio de la vida de Aquiles tal y como es recogido por Javier Gomá en su libro “Aquiles en el Gineceo”. Sin embargo, nosotros vamos a mirar este mito desde la perspectiva de Ulises. Un personaje que no es el protagonista de la mirada de Gomá, aunque haga referencia a él como personificación de la polis que imperiosamente llama a Aquiles. Nosotros revisamos en el texto el papel de Ulises, cuya figura creemos que esconde interesantes claves para repensar el liderazgo educativo.

Aquiles es el arquetipo de un adolescente, ocioso, encerrado por su madre en el gineceo de Esciros, sin querer acudir a la vida adulta pero en tensión hacia ella, inmortal, sin compromiso, sin “facturas que pagar” u obligaciones que atender más allá de la expansión de su ego. Viviendo de espaldas a la ciudad va descubriendo poco a poco la vida mortal. Primero, a través del enamoramiento de Deidamía y, posteriormente, por el agotamiento de la experiencia del gineceo, que tampoco da para saciar el deseo de realidad y vinculación del alma humana.


Ulises es, en esta escena, un personaje crucial porque sabe leer la situación de Aquiles, y porque tiene una misión con Aquiles al que ya es tiempo de sacar de su encierro para empujarle a la vida adulta. En este sentido, se nos presenta a nosotros como arquetipo del líder educativo. Su examen permite dibujar algunas características propias de ese tipo específico de liderazgo. Su mirada no está solo en Aquiles, su mirada está primero en los requerimientos de la polis. Ulises va a Esciros en busca de Aquiles porque la polis está en guerra y sabe que el concurso del héroe será crucial para ganar la guerra de Troya, episodio fundacional para los griegos.


En la investigación necesaria para recorrer este camino se descubren algunas cosas significativas. Primero, el rechazo, expresado implícita o explícitamente, por parte de la literatura actual sobre el liderazgo, de la equiparación del líder con el héroe y, como resultado, el énfasis en el liderazgo compartido. Este énfasis expresa una verdad, pero esconde también una mentira. Por su puesto Ulises no es un francotirador solitario, es un enviado de la polis, un receptor de una misión más grande que él mismo, y que es recibida de parte de la comunidad. Ciertamente no es posible leer la misión de los equipos directivos de otra manera. Y no solo eso. Ulises lidera un ejército, hay otros soldados y otros líderes con él. No es solo que el mandato no sea suyo, es que el éxito de la misión tampoco lo puede garantizar él, si no cuenta con otros. Pero borrar la importante dimensión personal, la calidad heroica que la acción personal excelente refleja, es también erróneo. Detrás de ese borrado, que es muchas veces forzado, subyace una confusión, otra vez, entre igualdad ontológica y diferencia fenomenológica. En efecto, todos somos iguales ontológicamente, tenemos la misma dignidad, pero existe la excelencia, existe la capacidad de liderar y esta, como todos los talentos o habilidades, se encuentra desigualmente distribuida, y se manifiesta en la calidad de estilos directivos y docentes que cristalizan en mejores y peores desempeños personales.


Pero el mito nos ofrece más oportunidades para la reflexión, comentaremos tres de ellas. Primero, en el mito aparecen otros personajes como la madre de Aquiles, Tetis, que es quien le encierra en el gineceo. La experiencia de la relación Tetis - Ulises nos ayuda a entender las razones que explican que los objetivos y visiones de familia y escuela no siempre estén alineados. La literatura pedagógica ha puesto de manifiesto en multitud de ocasiones que esa relación, aunque fundamental, es también fuente de conflictos. El examen del mito nos puede ayudar a entender algunos fundamentos de estos posibles conflictos. Segundo, Ulises tiene una estrategia. Sabe leer el momento de Aquiles, un momento y una situación que requieren adaptación, no solo a la misión y a su valor, sino a las peculiaridades del inmortal adolescente. Si hace falta disfrazarse, sin confundirse con un adolescente más, Ulises se disfrazará, eso sí, sin dejar los instrumentos propios de su misión, lo que nos lleva al tercer aspecto sobre el que pensar. Ulises tiene unas armas que no van a cambiar porque tienen el potencial de llevar a Aquiles a la vida adulta. ¿Son los conocimientos culturales propios de la escuela nuestro escudo y nuestra particular espada? ¿Hemos de cambiar las armas en el mundo de hoy? Defiendo en el artículo la necesidad de no abandonar las armas del conocimiento cultural, frente a nuevos señuelos que parecen llegar mejor a los actuales “Aquiles” adolescentes. Frente a la idea de que las nuevas batallas, la nueva Troya, fuese cualitativamente diferente, defendemos la idea de que el conocimiento poderoso, utilizando la expresión de Luri, sigue marcando la diferencia entre los bien equipados y los que no lo están en absoluto.


David Reyero

Universidad Complutense de Madrid




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